18 de mayo de 2011
Y fue a la medianoche cuando terminaste de alejarte, cuando finalmente nos diste la espalda y continuaste por un camino que ni tú venias claro, no obstante lo cogiste y seguiste fiel las pisadas que allí había marcadas. No te dabas cuenta de que con cada paso te veías más inmerso en la oscuridad, y que tus ojos se estaban acostumbrando tanto a las sombras que llegaría el día en el que la luz del sol te fuera tan ajena que te cegaría. No solo era la ausencia de luminosidad lo que te atrapaba, poco a poco dejaste de entender lo que era una voz humana, incluso la voz de tu conciencia se había tornado extraña. Solo te guiabas por la luna y ni siquiera el amanecer podía ya contigo.
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