
Quizá la impaciencia solo sirva para que tus nervios ardan.
Que la incertidumbre no valga más que para quemar tus entrañas.
El reloj solo es el veneno que corre por tus venas, y las lagrimas la lluvia acida que surge al evaporarse la esperanza.
Cuando se idealiza un momento, la ilusión se hace protagonista envolviendo cada instante en el que pestañeas, absorbiendo el oxigeno que inhalas y congelando el aire que suspiras. Torna tus visiones en brisas de color púrpura dejándote un sabor dulce que te empaña la mirada. Sintetiza el ruido que te rodea convirtiéndolo en el ulular del viento que roza las ramas al llegar la noche y suaviza hasta el más áspero tacto haciéndote erizar el vello casi sintiendo el terciopelo en cada rasguño.
La ilusión transforma la realidad y la esperanza tergiversa la percepción haciendo que no puedas fiarte siquiera de tus sentidos, penetrando hasta la razón para desubicarla.