Dame tiempo para no volver, para poder mirar todo esto desde la lejanía. Observar desde lo alto lo pequeñas que son las calles de esta ciudad y cómo las diminutas hormigas que somos nos congregamos en los mismos lugares, a las mismas horas, los mismos días…
Y sin salir de esta rutina, poder predecir sin lugar a dudas a qué hora sonarán las campanas que rigen nuestras pautas. Sabiendo que nada cambiará y que viviremos sumidos en el color gris de los días.
Pero son nuestras propias miradas las que perturban la realidad, que solo es una niebla la que atrapa el tiempo y no somos capaces de atravesarla.
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