10 de marzo de 2010

Retorciendo palabras




Vosotros, vosotros que decís ser un ejemplo a seguir.
Vosotros, que decís seguir un camino moralmente correcto.
Vosotros, que presumís de buenas acciones.
¡Discrepo!
Puedo mostraros cada uno de vuestros errores, cada una de las palabras que por muy firmes pronunciabais se las ha llevado el viento.
Puedo enseñaros vuestras pisadas borradas, vuestras caídas y vuestras miradas sucias.
Soy capaz de rebajarme al rencor para demostrar la falsedad de vuestros actos y la codicia de vuestras lenguas.
Soy capaz de destapar vuestras malas acciones y de enseñar vuestras mentiras piadosas.
Decís ser quien no sois capaz de entender, decís creer o al menos, buscar la bondad de la humanidad, cuando ni siquiera podéis ser consecuentes con vuestras palabras.
Intentáis crear un camino de rosas blancas para ocultar las manchas y la escoria que habéis ido dejando.
Criticáis libremente la forma de actuar de los demás queriendo basaros en unos valores que no habéis aprendido.
Queréis dar buenos consejos sobre lo que no habéis vivido solo por el hecho de parecer algo que nunca seréis.
Que ni la experiencia os hace aprender, ni las malas pasadas os hacen reaccionar, que con malos momentos no levantáis cabeza y os hacéis parecer sumidos en la desesperación de la “mala suerte”.
No se sufre en vano, y no se tropieza sin un por qué.
Si estáis donde estáis es porque habéis hecho lo posible por merecerlo, no os resguardéis en la inocencia que presumís tener.
No plastifiquéis más vuestras lenguas con buenos propósitos que no podéis cumplir, no falsifiquéis vuestros pensamientos con sentencias de buenas intenciones, pues solo es para engañaros a vosotros mismos.
No hay naturalidad, no hay autenticidad.
Dejad de daros falsas esperanzas, no cambiareis el mundo, empezad por cambiar vosotros mismos.