
Desgraciadas las almas que vagan sin rumbo, levitan sin gana y sin ninguna meta.
Se mueven por impulsos primarios, sin reflexión alguna, sin capacidad de entender las consecuencias.
Merodean con un velo de amargura, alejadas de la ética y la conciencia, actúan en sintonía con sus emociones, cargan con mentira y vetan la moralidad.
Queman sentimientos y huyen de problemas, sobreactúan engañándose a sí mismas.
Indecisas animas que han perdido el norte, no tienen donde llegar ni descansar
Aventurándose a la elección del día a día, sucumbiendo por momentos a tentaciones y deseos. Observando desde lejos el abismo donde caer o dirigiéndose a él dependiendo del estado de ánimo, o de las ganas de cargar con el remordimiento.
Se aseguran de no dejar huella, de ocultar sus pasos, de borrar pisadas y hasta memorias.
Sellando labios entrometidos, oídos descuidados y cerrando ojos que ven demasiado, encargándose de ocultar si es necesario, de tachar si es preciso, de mover el tiempo y el espacio para conseguir sus propósitos, si estos no fueran adecuados.
Llevándose en su camino a terceros y espíritus ajenos; llenando corazones y vaciando copas de cristal.
Sobreviven a base de egoísmo, y aunque prefieran llamarlo instinto acaban destapando la codicia.
Sin cordura, pero con sensibilidad, intentan seguir avanzando aunque sus pasos vayan más hacia los lados y tropiecen con la misma piedra.
Mayoría en veces, no se dan cuenta de la realidad, dicen creer en un destino noble, pero fallan en cuando a métodos, y más a su contra, les fallan en respeto.
Suelen depender de un hilo, del más fino, del más corto y frágil; que va quebrándose aun más cada noche, e incapaz de recuperarse aguanta los tirones del día a día.
Y siguen viviendo, sin parecer y sin motivo, viviendo por vivir, sufriendo porque si